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El ángel de la Guarda

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El ángel de la Guarda

Un día antes el Chucho había dado una gran fiesta en los patios del ferrocarril Chihuahua-Pacifico a un lado de la estación de trenes de Ciudad Juárez. Consiguieron una buena botella de alcohol del 96 y muchas sodas de sabor (brillantinas), el y otros vagabundos se pusieron a tomar desde muy temprano, bajo la sombra de un gran árbol en medio de la hierba. Era agosto y había llovido mucho en los últimos días, se la pasaron todo el día pisteando, pisteando, recordando mejores tiempos ya lejanos, viendo pasar los trenes hacia el norte rumbo al Paso y hacia el sur rumbo a Chihuahua.

Al otro día el Chucho amaneció tirado de bruces en una de las calles del centro de la ciudad, con un fuerte dolor en el estomago, con unas ganas infinitas de un trago de lo que fuera, se le notaba un fuerte temblor de manos provocado por la descompensación de alcohol en su torrente sanguíneo. Se arrastró un poco, luego se sentó en la orilla de la banqueta.

Sin ánimos para pedir dinero, sintiendo en su cuerpo el pesado sol de las diez de la mañana, vio venir hacia el a un hombre muy bien vestido, recién bañado, el hombre saco unas monedas y se las dio al vagabundo, este las agarró con su mano temblorosa. El hombre al igual que el andaba crudo, tenia una fiebre consumiéndolo por dentro, fue un acto solidario y no caritativo.

Cuando era chico creía fervientemente en el ángel de la guarda, ¿habría sido el o su buena suerte? había sido un milagro, de eso no le cabía la menor duda, quizás las bendiciones de su madre. Se fue pensando eso mientras caminaba rumbo a la tienda para comprar una caguama envuelta en bolsa de papel destraza, se la tomaría rápidamente, no le daría tiempo a calentarse.

Salio de la tienda con la caguama helada, le dio gracias a los cielos. Tenia tiempo sin disfrutar una para el solo. Se volvió a sentar en la banqueta, con su filero la destapo, pero sus dedos titubeantes no pudieron sostenerla, se le cayo rompiéndose contra una piedra, y el con sus ansias, sin poder creerlo. No lo pensó, se tiró al suelo, le dio un sorbo a la bolsa de papel, solo consiguió mojarse y cortarse los labios. Se levantó, vio un gran charco de cerveza desparramándose aún más a sus pies, se llevo el dorso de la mano a la boca, se limpio la sangre de los labios. Maldijo en el pensamiento al ángel de la guarda, escupió arriba de su suerte, se vomito en el recuerdo de su madre, se cago en un milagro y por ultimo mirando aquel charco amarillo lleno de espuma blanca en el pavimento el vagabundo exclamo:

--Pinche madre, mejor se hubiera caído Cristo de la Cruz.--

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