Sandia el grande, municipio de Aranberri Nl.
Primera década del siglo XX:
Contaba, la gente de mucho antes, porque ahora ya están muertos; de una mujer contagiada del mal, a la que el correr le era propio, perseguida por hombres de a caballo y acosada en sus corvas laceradas por los perros de la hacienda; el grito y el quejido se le escapaban del pecho. Su carne y su piel se le quedaban a tiras entre las ramas, espinas y cactus del desierto.
Llevaba la lengua de fuera y la esperanza se le escapaba por la triste mirada; pues sabia que eran los últimos instantes en que sus ojos, un par de brasas brillantes, incluso bajo ese sol de mayo, arderían para este mundo. También eso dijeron, de esa pobre mujer.
Aquel gemir seguido por aquel jadeo, se confundía con los ladridos de los perros y los gritos de los hombres. Por fin, el mal, la desesperación y el cansancio pudieron más que sus fuerzas, entonces cayo de rodillas sobre el cirre, en medio de una gran majada. Mi abuelo muy dado a la compasión, ordenó su muerte; al cabo el fin iba a ser el mismo, según dijeron que dijo.
Los hombres cavaron una fosa muy profunda en el camposanto, y la sepultaron en ella. Las mujeres, rosario en mano, se fueron a los esteros a cortar los mayos, era el tiempo en que esas florecillas silvestres crecen. Nunca son suficientes las flores para una tumba ni las oraciones para una alma, según dicen que dijeron, las gentes de antes.
Esa noche empezó el novenario para la desconocida de rabia. Al otro día al rayar el alba mi abuelo, el administrador de la hacienda, mando gente de a caballo a las rancherías cercanas a preguntar por la parentela de esa mujer. Nunca se supo su procedencia, tal vez vino de muy lejos. Lo que si fue cierto es que tenía hijos, esto se supo por la forma de los senos.
También contaba la gente de antes; que por muchos años, en los aguajes de la hacienda, los mayos florecían esplendorosamente en la primavera; pero terminaban pronto de una manera misteriosa, abrasados por el sol, como si una sed contagiada los matara por dentro.