El mingitorio del bar El Delirio Azul es de cemento, y es enorme, hecho a la usanza de antes, parece una alberca diminuta.
Una noche, alguien puso unos barquitos de papel dentro del mingitorio. Con la chorra intentaba hundirlos, lo conseguía solo por unos instantes, inexplicablemente volvían a la superficie. Por si fuera poco la pequeña flota navegaba contra corriente, desafiando las leyes de la hidráulica, entre enormes olas de espuma, esquivando peligrosos arrecifes de vomitada. Era como si manos expertas la guiaran en la terrible borrasca.
Iban rumbo al rincón más oscuro, lejos del sumidero, donde sentada sobre un pequeñísimo promontorio de cemento, una sirenita de enormes ojos verdes, pechos al aire y labios pintados a fuego, tocaba el laúd, mientras su voz hermosa llena de promesas intimas, le cantaba a los diminutos y aguerridos marineros.